miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tres mamás

Hace unas semanas tuve el placer de conocer a tres mamás profundamente involucradas en el aprendizaje de sus hijos. Eran tres chicas jóvenes de Manacor con un elemento en común: sus hijos o hijas tenían una dificultad específica de aprendizaje. 

No entraré aquí a explicaros cada uno de los casos, en primer lugar porque iría en contra de la ley de protección de datos y la ley del menor, y en segundo porque es irrelevante. Lo que realmente me impactó de ellas era su preocupación por cómo educaban a sus hijos en casa y por cómo éstos eran tratados en el colegio. Ellas buscaban formación e información. Buscaban alguna respuesta dentro del oscuro y vasto mundo de la educación y, en concreto, de la atención a la diversidad. 

Escuchaban atentas todas las ponencias, por aburridas que fueran, y tomaban notas, y cogían ideas, y miraban con cara de aprobación o de rechazo, puesto que nadie mejor que ellas saben lo que sus hijos necesitan. Yo creo que son el tipo de mamás que me gustaría tener en mi tutoría: familias que colaboran, trabajan con el centro en la misma dirección y ayudan a que sus hijos no sólo aprendan, sino a que evolucionen como personas. Son familias que educan, para que la escuela sólo tenga que encargarse de la formación académica. Y de educar también, claro está, pero cuando eso viene de casa, se nota. Una va más relajada, más tranquila, más a gusto. Son como las familias de mi 2º D del curso pasado: ¡maravillosas! No tengo queja de ninguna de ellas, todas, las 21, me respondieron siempre con inmediatez y con un tono cooperante. ¡La gloria educativa en cuestión de familias! Y no exagero. 

Volviendo a las tres mamás, una de las cosas que más me llamaron la atención de ellas fue su generosidad y el cariño que rezumaban. Sin conocerme me ofrecieron agua cuando estaba sedienta y se lamentaron de mi situación y la de una compañera por estar en paro, cuando faltan tantos profesionales en los centros. Hablé muchísimo con ellas e intercambiamos correos electrónicos. ¡Fueron tan majas que hasta me invitaron a comer! 

No negaré que me sentí un poco avergonzada por la invitación, pero estoy segura que pronto podré devolverles esa cortesía de una manera que ellas puedan apreciar: con materiales especificos, con enlaces a webs... y, por qué no, ¡con una de mis recetas! Un día me acercaré a verlas y las invitaré a tomar algo. Simplemente porque necesitan a alguien que las escuche y que les sirva de desahogo. Simplemente porque necesitan que les digan que lo están haciendo genial y que sus hijos en un futuro se lo agradecerán. Simplemente porque se lo merecen. Simplemente porque son fabulosas. 

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