Para hacer honor a la verdad, estoy pasando un momento plácido laboralmente, y estos pequeños gestos lo acaban de culminar y hacen que todo repercuta en un estado perpetuo de bienestar y una sonrisa estúpida que no se me borra de la cara. Además, hoy mismo una alumna menorquina del curso pasado me ha mandado un mensaje y me ha dicho que fuera a tomar café, porque estaba en el Puerto de Alcudia esperando el barco
La importancia de estos gestos no sólo radica en que alguien se acuerde de ti porque empatizasteis o porque le caíste bien. Lo verdaderamente relevante para mí es que en ambos casos se trata de personas adultas que han valorado mi trabajo y mi implicación en el mismo. ¿Acaso no es fabuloso que un alumno os dé las gracias al final de una clase? Pues bien, este año es lo que me encuentro en Vilafranca. No hay grupo que no se despida dándome las gracias o deseándome un buen fin de semana. Sinceramente, la primera vez que lo oí este curso casi se me saltaron las lágrimas -pues hacía mucho que ese dulce recuerdo de otros tiempos ya se había difuminado-. Ese "gracias" es mucho más que un agradecimiento, es una muestra de respeto y de reconocimiento, y hasta de cariño por la persona que tienen enfrente.
A veces me pregunto a mí misma si tal vez, y sólo tal vez, no sería necesario volver a la antigua figura del maestro de pueblo, ese referente en la formación y el aprendizaje de una comunidad para quien cuyo mayor pago es ese "gracias" de un alumno esbozando una sonrisa.
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De lo de estar a media jornada no os hablo, que el post creo que me ha quedado muy bonito y sentimentaloide y lo iba a "espichar". :D
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