Pensaréis que es una idea peregrina, pero después de lo que se ve hoy en día por las televisiones y por los periódicos... Y hablando de ello. Ayer dimitió Miguel Deyá, nuestro director general. Parece que la Conselleria de des-Educació se está quedando en cuadro y que se mantiene a flote por aquello que reza el dicho popular de que la m****a flota.
No conozco mucho al señor Deyá, sólo de haberlo escuchado en algunas tertulias de bar en la UIB y de las anécdotas que cuentan quienes fueron sus alumnos. Por lo que sé, se trata de una persona honrada, con unas férreas convicciones. Que no os engañe el hecho de que sus convicciones no coincidan con las vuestras; al parecer, Deyá, profesor de vocación, dimite para no verse obligado a cometer una irregularidad y, en mayor medida, para no ser el responsable de ella. A mí, esto, en este país nuestro, me parece loable. ¿Acaso habéis oído hablar de alguna dimisión reciente que hubiera sido voluntaria y/o para prevenir una posible irregularidad? Probablemente se habrá equivocado en alguna ocasión a lo largo de su trayectoria política, pero este mero hecho, el de su dimisión, hace que respete aún más su figura, aunque no coincida con buena parte de sus ideas.
El respeto en democracia -ahora que andamos en días de Constitución- no consiste en votar y que gane la mayoría. La verdadera democracia y la verdadera libertad de expresión radican en la capacidad de dos personas de dialogar, de entenderse -y de no entenderse-, de buscar puntos de unión dentro de la desunión y llegar a acuerdos. Eso, que a simple vista parece tan fácil, resulta harto complicado a nuestros representantes docentes (políticos, sindicatos, asambleas y la madre superiora).
Si sólo nos dejaran el gobierno unos días... Y un fusil. Yo necesito un fusil. ¡Y lo sabéis! :D
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